Una segunda oportunidad

Amanece en Viña de Mar. Mónica Riofrío se dispone a desayunar rápidamente para ir a sus labores diarias. Es un esplendoroso y prometedor día de noviembre. Le hace mucha ilusión su trabajo y sonríe con sumo agrado al recordar la decisión que debió tomar a comienzos de año cuando recién terminaba su especialidad.

Había hecho su internado en el hospital de niños y su desempeño fue tan encomiable que le ofrecieron de inmediato trabajar allí. Recibió con mucha gratitud y emoción el ofrecimiento, no obstante, lo declinó. Se había prometido religiosamente que cuando se titulara trabajaría con los niños de las familias más humildes de los cerros viñamarinos, en especial de Forestal y Nueva Aurora.

 Había participado de los voluntariados de verano e invierno que organizaba la dirección estudiantil de su universidad en conjunto con la federación de estudiantes. Había compartido año tras año con esas familias sencillas y esforzadas la preocupación por sus niños y sus necesidades. Le enternecía el alma ver a tanta niña tan delicada y a tanto niño tan frágil. Ella veía en cada niño un auténtico Niño-Jesús. Se le entibia el corazón recordar cómo vivieron tantas navidades juntos. Aprendió mucho de aquellas familias donde, en la mayoría de los casos, la mamá era la jefa de hogar.

No había sido fácil la decisión de escoger el hospital público, Gustavo Fricke, como su lugar de trabajo. Sus padres, aunque respetaban su decisión, no estaban muy de acuerdo con su hija. Veían tanto potencial en ella y hubieran querido que fuese inmediatamente a estudiar un postgrado a España donde tenían familiares que podían recibirla. Por otra parte, no querían ser inconsecuentes con lo que ellos mismos le habían enseñado, el sentido de altruismo y en particular por los más necesitados.

Quien definitivamente no compartía su entusiasmo social era su novio.  Luis Larraín Bombín, era apenas un par de años mayor que Mónica y conformaban una pareja desde los primeros años de universidad; él se había especializado en cirugía vascular y ejercía en la clínica Ciudad Estelar de Viña. Han planeado casarse por el civil en enero y por la iglesia en mayo. Ya han pasado todas las formalidades entre familias y tan sólo resta que lleguen las fechas acordadas.

Mónica con paso firme sale de su casa, situada en avenida Sporting frente al Club Unión y al hipódromo viñamarino.  Debe estar a las 8 en el hospital. La distancia que la separa de su destino es considerable e igualmente la recorre a pie. Su tiempo habitual de recorrido es de 25 minutos. A esa hora el tráfico por Uno Norte es endemoniado. La mayoría de los vehículos viene desde las ciudades del interior en dirección a Valparaíso, lugar de gran demanda laboral y que hace honor a ser el puerto principal del país.

Llega a la plaza Miraflores y atraviesa el puente Lusitania; luego enfila hacia calle Alvarez en pleno barrio Chorrillos. Transita una gran cantidad de estudiantes que se dirigen a sus lugares de estudios, pues cerca está el colegio Seminario San Rafael y colindante, el instituto profesional DUOC. Sigue en dirección recta por la misma calle; se divisa la Quinta Claude en las faldas de un cerro; es un condominio de varias torres con sus respectivos departamentos.  Finalmente, arriba al Gustavo Fricke que luce una cantidad ingente de personas entre pacientes, personal médico y funcionarios que entran y salen con insumos y sus medios de transporte,

Y como cada día, Mónica comienza su rito, la atención de niños que llegan a la urgencia infantil; es su vocación, su apostolado y su pasión. Uno a uno atiende a niños con diversas complicaciones; en la mayoría de los casos las vías respiratorias o dolores de estómago. Con paciencia franciscana atiende a cada niño y establece un diálogo con la madre -en esta ocasión no se ha dado que otro adulto acompañe al menor- para explicarle detalles necesarios de seguir para la recuperación.

 Hoy ha tocado también atender a una pequeñita que se ha quemado su bracito con té caliente, pero afortunadamente no ha revestido mayor gravedad, pues su familia le puso agua fría inmediatamente.  Una niña ha necesitado nebulizador pues sus bronquios están obstruidos y otro niño se hidratará pues está con diarrea, y para la doctora Riofrío toda diarrea en los niños es grave y requiere especial cuidado. Y así no tiene respiro hasta las dos.  A esa hora deberá ir al consultorio de Nueva Aurora. Allí atiende voluntariamente hasta las 5 de la tarde a niños del sector.

De repente entra intempestivamente su amiga y colega Paulina Tagle y le dice de manera agitada y ansiosa – amiga tienes que sacarme del apuro; tengo un compromiso impostergable en la noche, pero entro a turno en el mismo período: ¿puedes reemplazarme por favor? –Querida amiga tengo que atender a mis niños de Nueva Aurora, no puedo dejarlos- -De acuerdo yo puedo reemplazarte en ese horario; si no fuese muy importante no te lo pediría- responde Paulina.  -Está bien amiga, pero por favor no me lo pidas de nuevo en lo sucesivo- No lo haré amiga mía- -Iré a avisarle al encargado del transporte- finaliza el diálogo Mónica.

Atraviesa los distintos boxes de atención y se dirige hacia la zona donde se estacionan los diferentes vehículos de servicio. Se sorprende al no encontrar a don Ernesto Saavedra, el conductor habitual que la traslada al consultorio. Esta vez está sentado en la camioneta un varón que aprecia de una edad similar a la suya y en ademán de estar leyendo. Él advierte su presencia y rápidamente se baja del vehículo y le presenta sus respetos. –Doctora, soy Matías Robledo, desde hoy me han encargado que la traslade a Nueva Aurora, estoy a su disposición- A Mónica Riofrío le impresiona gratamente su nuevo conductor, sin embargo, pregunta por don Ernesto. –Me dijeron que tuvo que viajar urgente al norte- responde el joven conductor y ella nunca supo por qué contestó: -como Run- Run- Matías queda sorprendido, pero se rehace enseguida y sonríe ampliamente. -Disculpe usted, continúa Mónica; en realidad venía a avisar que mi colega, la doctora Tagle, me reemplazará por hoy en el consultorio- -Lo que usted diga doctora; ha sido un placer conocerla y con mayor razón que exhiba sentido del humor- Ella sonríe complacida y se despide gentilmente.

Mónica está un tanto compungida por dejar a sus niños. No le incomoda hacer el turno de noche en el hospital, le preocupa que los niños puedan creer que no volverá con ellos. No quiere que este giro inesperado de planes altere su acostumbrado buen ánimo. Le dará una sorpresa a su novio pues había quedado de pasar por él a las 19 horas a la clínica. Hacia allá se dirige. Esta vez tomará un micro que la pueda dejar en la calle Libertad. Tiene que llegar hasta Uno Norte para tomar el bus azul que viene de la ciudad de Villa Alemana y la deja en su lugar de destino. Con paciencia espera el micro a un costado del Sporting, el recinto deportivo. La demora es breve como lo es el trayecto que recorre.

La clínica aún refleja el bullicio de los pasillos en los diferentes pisos donde se encuentran las diversas consultas médicas, los laboratorios y también los pabellones. Mónica sube los tres pisos que la separan de la consulta de su novio. Estira y despereza su cuerpo y abre la puerta y no encuentra a nadie en la antesala. Continúa y traspone la oficina de Luis; el cuadro que observa la deja paralogizada.

Su novio completamente desnudo, yace en pleno escarceo amoroso con una mujer igualmente desnuda, que posa frenéticamente sus manos sobre su pecho; ella con su cuerpo turgente pareciera estar a punto de iniciar la cabalgata atávica. Mónica, estupefacta por la visión, cruza por una fracción de segundo su mirada con la de Luis y, gira sobre sus pasos, se dirige a la puerta de salida, baja las escaleras y abandona el edificio. Él trata de zafarse de su compañera de escarceos; a duras penas lo logra y a medio vestir se dirige a los pasillos y apenas vislumbra la silueta de su novia que desaparece, y a pesar de saber que su exclamación será inútil, la profiere: “Mi amor no es lo que imaginas”. Visiblemente contrariado por haber quedado en evidencia, confía no sólo que saldrá del trance negativo con su novia, sino que además revertirá la situación.

Mónica camina por calle Libertad en dirección a su casa. Está enardecida de ira y pena. Siente que mil flechas atraviesan su cuerpo y le provocan un dolor insoportable. Mientras camina no sale de su estupor y la invade una infinita tristeza que deviene en una envolvente melancolía. Se pierde en el tiempo desde cuándo Luis es parte esencial de su vida. Lo ha amado profundamente y lo lleva, cada instante, en sus pensamientos y en su corazón. Nunca se le pasó por la mente -ni tan sólo un atisbo- vivir una situación como la que está padeciendo. Había escuchado algunas historias, incluso de cercanos, pero para ella eso era tan lejano e irreal. Le parece mentira lo que ha presenciado y por sobre todo esa manera tan cruda y definitiva. No puede dejar de evocar una frase de Raymond Chandler con que Soriano tituló uno de sus libros “Triste, solitario y final”.

Su madre le ha reprochado muy a menudo que su vida es una especie de espera para ver a su novio. Recuerda como sus amigas de universidad bromeaban con ella respecto a lo guapo que era su novio y que lo perdería tarde o temprano. Ella tan sólo reía sin darle importancia a sus comentarios. De sólo pensar en algo semejante parecía absurdo.

Ya está en la calle 8 Norte; doblará en 5 Oriente que la llevará al Valparaíso Sporting Club, famoso recinto, pues allí se disputa cada primer domingo de febrero, la carrera más importante de la hípica nacional, el Derby; es una fiesta del período estival y uno de los atractivos de la Ciudad Jardín. Mónica respira profundamente tratando de rehacer su cuerpo que lo siente como si un camión le hubiese pasado por encima. El paisaje tan grato le proporciona un suave bálsamo ayudado por los recuerdos de ese recinto que tantos logros deportivos le deparó.  Allí practicaba su deporte preferido, el Hockey sobre césped, aunque también tuvo un paso esporádico por el atletismo que se vio interrumpido por su ingreso a la universidad. Divisa el Club Inglés de Tenis, las canchas de fútbol y el hermoso e imponente edificio del Club que alberga las tribunas y otras instalaciones; fue construido a principios del siglo XX y es obra del arquitecto Alfredo Azancot, el mismo que construyó el palacio Rioja y el palacio Carrasco, en el centro de la ciudad.

Finalmente sale del recinto no sin antes contemplar la bella instalación donde tiene su sede el Club Unión del cual es socio su padre y practica tenis toda la familia. Ya está en avenida Sporting e ingresa a uno de los pasajes donde está su casa. El crepúsculo está en plena eclosión y arroja tenues luces sobre los árboles de la avenida. Mónica sabe que encontrará a su madre y deberá decirle lo ocurrido, ya que están en plena etapa de preparativos para la boda. Abre la puerta y se encuentra con su madre y uno de sus hermanos. La reciben con mucho cariño y entusiasmo. Sólo su madre se da cuenta de su rostro desencajado. – ¿Qué pasa hija? Mónica casi rompe en llanto, pero se rehace y le dice a su madre que deben hablar tranquilamente. Su madre se sorprende, no obstante, está dispuesta a escuchar a su hija; se disponen a conversar y lo hacen largamente. La señora Cristina inquiere detalles una y otra vez pues su hija después de narrarle el episodio ha tomado una primera decisión, de suspender transitoriamente la boda en espera de una conversación con Luis. Mientras dialogan, suena el teléfono y su hermano Sebastián atiende y espeta ¡Mónica, es tu novio, ah y cómprate un celular! Muy a su pesar sonríe por la recomendación de su hermano y es que no ha querido comprar un móvil y cree que no será posible evitarlo. Atiende el teléfono y se escucha una melosa y reiterativa explicación de Luis; ella no hace reproche alguno y le dice que conversen en un par de días más toda su situación. Él no parece conforme e insiste en ir a verla, pero ella le dice que se encuentren en la avenida Perú en el tiempo que le señaló y después que salga de su trabajo. Y si él no aparece querrá decir que tomó alguna decisión de ruptura. Ella estará allí porque siempre ha enfrentado los problemas y no quiere dilatar el encuentro, aunque desea estar tranquila y así deliberar con sensatez.

Fue duro para Mónica no explotar y arremeter verbalmente contra Luis y enrostrarle su conducta tan desleal, sin embargo, dominó sus emociones y quiso hacer honor a todo ese tiempo vivido que a ella le parece tan verdadero y bello; sus sentimientos han sufrido un revés mayor e intuye que su decisión será definitiva,

-Hija, ¿qué te ha dicho …? Ya no sé cómo llamarlo- -Vanas explicaciones mamá- Aclararemos todo el viernes y de seguro saldrá una decisión. Hija está todo planificado, los invitados, el lugar, están cursadas las invitaciones, ustedes tienen sacados los pasajes para su luna de miel. Será un terremoto de magnitud romper todo. Pero respetaré y apoyaré tu decisión. Veremos qué dice tu padre y ni hablar de Ernesto y Susana, si sucede algo así querrán matar a su hijo y tampoco saber nada de ti´; será un bochorno mayor. -Me tomaré este par de días para poder pensar con calma. De ninguna manera dejaré de trabajar en el hospital y menos mí labor con mis niños de Nueva Aurora.  Visiblemente afectada, Mónica le susurra a su madre: -Parecía que hablaba con otra persona mamá; no parecía el Luis con quien compartía todo en la vida, por lo menos era lo que yo creía hasta hoy- Su madre, llena de ternura abraza a su hija. -Confiemos en la Providencia que todo saldrá bien mi amor-

Se prepara para hacer el turno de noche como se comprometió con su amiga y colega Paulina Tagle. Le explica a su madre la situación pues descansará un rato y posteriormente irá a trabajar en urgencias del Fricke. Las horas de descanso pasan raudamente. Se levanta, toma una reparadora ducha y se dispone a partir. Su madre ofrece llevarla por la hora, donde los buses son escasos, y caminar además puede resultar peligroso en un trayecto tan largo. Aunque su hora de entrada es a la medianoche, arriba a las 23 horas, se despide de su madre y se va a la sala de guardia a ponerse a disposición del jefe de equipo en aquello que determine; hubiese preferido la zona pediátrica pero su amiga atiende a jóvenes y adultos de urgencia, así que lo hará en esa dinámica. Y tal como preveía Mónica fue una noche intensa donde los mayores casos fueron traumatológicos y una situación más grave de un señor de edad avanzada con una perforación del intestino que daba verdaderos alaridos de dolor mientras era llevada a pabellón. El cansancio invade su cuerpo y se dispone a ir a casa, decide tomar un taxi al costado del hospital en calle Simón Bolívar en un sector conocido popularmente como “La Lora”. En menos de 15 minutos ya está en su casa. Su madre la espera con el desayuno listo, y en esta ocasión también está su padre. Ernesto Riofrío saluda con mucho cariño a su hija en actitud interrogante – veo que mamá te puso al día de lo que ha sucedido. Sí hija y estoy abrumado, pero no por las consecuencias que pueda traer la traición de tu novio, sino por lo que estás pasando tú en este momento. Gracias, papá, no esperaba menos de ti. De verdad estoy muy sorprendida, además del dolor que me ha provocado. Los momentos de tranquilidad en que he reflexionado la situación, me confirma aún más en mi decisión. Ustedes la pueden deducir, pero yo quiero decírsela expresamente a Luis después de escuchar lo que tenga que decir. Ustedes mismos me han enseñado que hay cosas en la vida que sencillamente no se hacen y éste es el caso, y como también me enseñaron en formación general, un error pequeño al principio se transforma en un error grande al final. ¿Qué te puedo decir hija? Tienes mi comprensión y apoyo, si me autorizas le pediré una satisfacción a tu novio. Te agradezco papá, prefiero enfrentar sola el tema, y Luis si tiene que dar una satisfacción mayor a alguien es a mí, y pierde cuidado que te lo haré saber cuándo ello ocurra. Su madre ha seguido con mucha paciencia y un gran afecto el diálogo de padre e hija y ya tiene claro lo que se vendrá en las relaciones con la familia del todavía novio oficial de su hija. Será un impacto principalmente para la familia Larraín Bombín porque son las que se mueven con mayor interés en los medios sociales viñamarinos y santiaguinos. Apoyarán la decisión de su hija y seguirán el devenir de los acontecimientos. Mónica tratará de dormir un par de horas para poder recuperar energías e ir al trabajo con los niños de Nueva Aurora.

Suena el timbre de casa, la señora Cristina abre la puerta y es Matías Robledo, el conductor de la ambulancia que viene a recoger a Mónica. Se presenta de manera muy formal ante la dueña de casa quien cordialmente lo hace pasar y él declina la invitación -No se preocupe señora, diga por favor a la doctora que la espero en el vehículo. Muy bien joven, le aviso inmediatamente- -Muchas gracias, señora, que esté muy bien-

Hija ha venido a buscarte un joven muy agradable y educado ¿Es tu nuevo chófer? Desde el segundo piso Mónica responde a su madre – Está reemplazando al señor Saavedra mamá porque está de vacaciones, y es la primera vez que me llevará al consultorio; y yo no tengo chófer; bajo inmediatamente- Mónica se despide de su madre y sale de casa, saluda a Matías y se dirigen a Nueva Aurora. Enfilan por la avenida Sporting y al finalizar doblan hacia 1 Norte -¿Le tocó trabajar de noche doctora?- pregunta de manera amable Matías – Sí, fue muy movido el turno y sólo hubo un caso grave, pero no me tocó atenderlo, y usted cómo está señor Robledo- Tiene buena memoria usted doctora, retuvo mi apellido- Debo tener buena memoria sobre todo por mis niños para conocerlos bien- El diálogo permanece mientras el vehículo dobla por calle Traslaviña en dirección a Alvarez y de allí nuevamente dobla y esta vez en dirección a Agua Santa hasta llegar al consultorio, que está pasado de la antena del canal 4 de televisión de la universidad Católica de Valparaíso.  Muchas gracias por traerme le dice Mónica a Matías – encantado de hacerlo doctora, ¿la vengo a recoger a alguna hora?  -No, no se preocupe, vuelvo por mis medios en algún colectivo o un micro. Muchas gracias- – Bueno estoy a su disposición doctora- -Muchas gracias, señor Robledo- Mónica entra a su box de consulta y ya hay niños esperando para que los atiendan, a pesar de que ha llegado bastante adelantada a su horario habitual. Los niños se desprenden de sus madres y se precipitan a saludarla con muestras de verdadero cariño y entusiasmo. Una asistente ordena a los niños para que comience la atención. Uno a uno atiende a los niños que se apegan a sus madres y también atiende a las mamás si la ocasión lo amerita. Es una gran cantidad de niños que debe atender y lo hace con mucha dedicación y dulzura y se toma el tiempo que sea necesario con cada uno de ellos. Hay niños que requieren atención clínica y algunos de ellos presentan cuadros leves de desnutrición debido a la pobreza en que vive su entorno familiar. Frente a este problema Mónica ha organizado la puesta en marcha de un comedor abierto para fortalecer la alimentación de los niños. Ha embarcado a cuanto amigo y familiar tiene en esta iniciativa, que espera se concrete en las próximas semanas. Le parte el alma no hacer algo inmediatamente por sus niños a quienes les prodiga un inmenso cariño, pero tiene la convicción que logrará ayudarlos a que puedan crecer mejor y tener más posibilidades en la vida; aprendió que la desnutrición provoca daños irreparables en el cerebro, de allí que le preocupa tanto.  Y así transcurre su jornada como tantas otras veces. Sólo que esta vez tiene un san Benito en el corazón, pues debe hablar con Luis y eso la ha tensado en grado máximo; tiene un día completo para lograr dominio sobre sus emociones y así poder tomar una decisión que pueda mantener a pesar del amor que siente y es tan real. Ahora sí acuden incontenibles las lágrimas que ruedan por sus mejillas en la soledad del recinto, y que aumentan en sollozos interminables; siente que algo le atenaza todo su cuerpo y le produce un dolor insoportable. No puede creer que el amor incondicional por Luis haya quedado en un box de consulta médica como algo trivial, efímero y desechable. No sabe cuánto tiempo ha permanecido en ese estado de total tristeza y abandono que casi la aturde literalmente. Va a refrescarse para emprender el regreso a casa. Siente un gran alivio al salir al aire libre; respira con fruición y exhala un suspiro que parece devolver la energía a su cuerpo y el ánimo a su espíritu.  Espera un bus que la acerque a su casa, pues no hay ninguno directo y tendrá que tomar alguno que la deje en el puente Mercado o en el de Cancha y de allí caminará hasta su casa. Atardece en Viña del Mar.

Ha llegado el momento del encuentro con Luis; Mónica no ha aceptado que él la fuese a buscar a casa y ha preferido que se vean en la avenida Perú como le había manifestado por teléfono. Hacia allá se dirige. Toma un micro que viene del interior y se baja en la plaza México, divisa la pileta y la fuente de los deseos, pasa por el casino municipal y llega a la avenida Perú. Es una tarde de sol radiante y como en todos sus compromisos Mónica llega adelantada de la hora convenida; contempla como rompen las olas contra las rocas y el agua que arrojan llega hasta la misma vereda poniente de la calle El azul del mar combina con el cielo celeste completamente despejado. Después de 10 largos minutos, ve aparecer el auto de Luis; éste estaciona el vehículo en el mismo sitio donde están las tradicionales victorias, paseo obligado de todo turista que viene a la ciudad jardín. Viene impecablemente vestido, un pantalón de fino algodón, una camisa de lino azul suave y un suéter de lana gris que combina con sus pantalones. Esboza su mejor sonrisa y se acerca solícito a saludar de beso a Mónica, ella le pone su mejilla y no devuelve el beso y sólo expresa un hola frío y cortante. Cielo, ¿podemos ir a un lugar más privado para que podamos conversar tranquilamente? Sí, ¡podemos! Tranquilamente será imposible Luis. Te sugiero uno de los salones del Casino o si prefieres el Chez Gerald- -Prefiero el casino- contesta Luis.

El casino municipal, concurrido lugar de diversión y esparcimiento, tiene no sólo sala de juegos sino salones donde se puede solicitar servicio de cafetería o restaurante, allí se puede hablar ampliamente y disfrutar de una muy buena atención. Ingresan por la entrada principal en la calle San Martin y acuden a recepción, dejan su abrigo nocturno en guardarropía y son acompañados a uno de los salones cercano al comedor del público. Piden café negro, una porción de galletas y mucha agua mineral. La tensión llena el enorme salón vacío, excepto por ellos. Luis está ansioso por hablar y atropelladamente inicia la conversación -Cielo lo que viste fue algo sin importancia y…  Mónica lo interrumpe y le dice con enojo pero muy tranquila – Mira Luis , si no apelas a esa parte de ti que es valiosa y haces un esfuerzo por asumir virilmente tu deslealtad, me paro y me voy- Luis palidece, su agraciado rostro se descompone; se da cuenta que por esa senda no llegará a ninguna parte y esta vez sí hablará con la verdad – Tienes razón, te ofrezco mis disculpas, cometí un terrible error, fui débil y no dimensioné las consecuencias que traería mi conducta, lo siento mucho; espero me perdones y puedas olvidar el bochornoso episodio que viviste, no tengo excusas. En realidad, no sé cómo puedo reparar el daño que te hice- Hubo un silencio, Luis quedó tenso y asombrado de ver tan distinta a Mónica. Ella estaba desencajada, sus hermosos ojos estaban hundidos y sin brillo, sentía el alma vacía; tuvo el impulso de salir corriendo de lo que parecía una pesadilla de la cual no se puede despertar. Le seguía golpeando en su mente aquello de que sus sueños e ilusiones, su incondicional amor, yacía perdido en un escritorio de consulta; la banalidad de la situación la enardecía, no correspondía a nada de lo que hubiera podido esperar. A ella que le gustaba tanto leer, quiso encontrar en alguna teoría, alguna explicación que diera cuenta de lo que vivía ¿quizá el nihilismo nietzscheano, el absurdo camusiano? No, demasiado elevado para algo tan trivial, que nunca hubiera imaginado. Ahí estaba su novio, a quien no reconocía, en un ánimo que no deseaba; nunca hubiera querido que alguien a quien tanto amaba pasara por esa situación, aunque hubiese cometido una deslealtad mayor. Y comenzó a hablar – Luis querido, lamento esta situación, no quiero, por el amor que te profeso, te humilles, no corresponde, aunque seas responsable.  Me cuesta mucho mantener la calma, aunque he meditado estos dos días y no hay fórmula que aplicar cuando uno hace un balance; quizá hemos vivido un 99% de cosas bellas y un 1% de algo feo; sin embargo, lo nuestro no es matemática ni lógica, ha sido una relación de amor, y si proyectamos una vida en común el punto de partida debe ser prístino desde el inicio y hay cosas Luis querido que no se hacen y si pasa, son definitivas. -Pero cielo ¿no me darás una segunda oportunidad? Piensa además que está de por medio familia y amigos, todo lo concerniente a la boda andando, las fechas del matrimonio establecidas, pasajes sacados.  ¡Yoo pensar Luis, yo pensar! Si no tuviera el alma destruida reiría a mandíbula batiente. Porque ¿tú, no debes pensar? ¿No pensaste todo lo que podías echar por la borda, no pensaste todo lo que estás diciendo ahora? ¿Y quieres que yo lo piense? ¿Qué nombre le ponemos a esto que estás diciendo? He querido en honor a todo lo que hemos vivido y que representaba lo más importante de mi vida, pudieses aceptar una manera de terminar nuestra relación con hidalguía, porque de esa manera se me hará más soportable lo que me espera más adelante. Pero estás exagerando cielo, yo reconozco mi error, por favor dame una segunda oportunidad, no quiero perderte. Luis eso no fue un error, fue una infidelidad y una deslealtad, porque estábamos comprometidos para casarnos. No éramos unos pololos de inicio o producto de un albur de fin de semana. Luis, estábamos a punto de iniciar una vida juntos, teníamos proyectos y planes en común. Las consecuencias que vienen debes enfrentarlas tú con los tuyos y yo enfrentaré lo que me corresponda. ¿Es tu decisión final terminar todo Mónica? Me entristece esa actitud tuya Luis de deslindar tu entera responsabilidad y que pretendas que yo tenga que compartirla. No confundas la bondad que podamos tener los seres humanos con esa especie de sentimentalismo tan dañino que lo permite todo. Por cierto, perdono lo que has hecho, lo que me hiciste en lo personal y que gatilló el hecho de que estemos en esta conversación. Sin embargo, la única decisión digna es poner fin a nuestra relación.

Luis completamente abatido se da cuenta que es imposible revertir la decisión de quien ha sido su novia, a quien quiere y con quien estaba seguro se casaría. Todo eso se evaporó con su acción y lo lamenta de verdad; en su vanidad creyó que podía manejar la situación y Mónica le perdonaría su infidelidad que la vio como un mero desliz. Le abruma el hecho de que deberá ofrecer explicaciones a medio mundo, y sobre todo a sus padres que lo considerarán una deshonra a la familia y a su buen nombre, e inevitablemente recaerá en Mónica el resentimiento de toda su familia. Se ha producido un silencio sepulcral que ninguno de los dos se apresura a romper. Parece que ambos se envían mensajes con la mente para tratar de entender realmente qué fue lo que pasó. Ella no logra asimilar cómo una acción tan trivial significó el término de una relación que sentía tan substantiva y bella. Él no acierta a comprender como algo que considera una debilidad momentánea haya gatillado el final de todo lo que había planificado con su novia. Finalmente, Mónica dice que ya no hay más de que hablar y le entrega su anillo de compromiso y algunos pendientes que había recibido de regalo. Luis, aunque ha asumido muy a su pesar el término de su relación se impacta con la devolución de las joyas, es un verdadero bofetón a su orgullo y a su cariño.

El garzón se despide atentamente de ellos después de la rutina de cancelación. Lentamente abandonan el casino en dirección de la avenida Perú. Pareciera que un sentimiento de desazón los envuelve a ambos y permanecen en silencio todo el trayecto hasta llegar donde está estacionado el auto. Luis ofrece llevarla a su casa y Mónica declina el ofrecimiento y se despide con una frialdad que congela a Luis, quien apenas esboza una mueca de sonrisa. El rostro de Mónica refleja angustia y tristeza; observa, casi ausente, como el auto de Luis se aleja hasta que se pierde junto a la playa Casino; siente que le arde la cara y gruesas lágrimas se deslizan por sus mejillas. Nunca pensó que sentiría un vacío tan enorme en su corazón y en su alma. Camina como un autómata rumbo a 7 Norte; conoce de memoria todo el trayecto hasta su casa y va atravesando todas las calles hasta llegar a la intersección de la avenida Perú con 7 Norte. Allí continúa en dirección al Sporting Club, lo atraviesa y ya está a un tris de arribar a su casa. El camino le parece eterno, sus piernas ya no resisten, siente el peso de la tristeza y el dolor como algo verdaderamente inaguantable. La entereza que demostró en todo momento la abandona, cree que se desmayará; afortunadamente está frente a la puerta de su casa, pero no logra ni siquiera sacar su llave. Toca suavemente, abre su madre que apenas logra sujetar a su hija a punto de caerse. La sienta en el sillón y va a buscar un vaso de agua que Mónica bebe con desesperación. Se rehace estimulada por el apoyo solícito y lleno de amor de su madre. Quiere descansar y no hablar ni decir nada. Su madre la acompaña al segundo piso y se dirigen a la habitación de Mónica, allí se tiende, su madre la abriga con una manta y al poco rato se duerme profundamente. Su madre la observa con ternura y exclama -Pobre hija mía. Dios, dale consuelo y conformidad en esta hora aciaga para ella y para toda la familia.

Mónica despierta sobresaltada, le duele un poco la cabeza. Se despereza y se levanta y corre las gruesas cortinas que no permiten entrar un haz de luz a su dormitorio; al hacerlo observa una claridad de amanecer; mira su reloj y le devuelve las 06 horas y 55 minutos. Ha dormido una barbaridad y debe apresurarse para llegar a las 08 al hospital. Sale rápidamente de la ducha, ya ha decido lo que hará en las próximas dos semanas. Por salud mental y para beneficio futuro de sus niños, debe recuperarse; se irá al campo, a la casa que tienen sus padres en Quebrada Escobar, una zona rural que está en el límite de las ciudades Villa Alemana y Limache. Allí se ha propuesto rehacer y recomponer su vida; necesita meditar algunas cosas que no logra comprender; ese ejercicio espiritual lo considera imperativo, de lo contrario andará como alma en pena y eso no es bueno para sus niños.

Baja al primer piso y su madre la espera con el desayuno servido; a su padre le corresponde la semana ausente de casa o de viaje, como es su rutina laboral y esta vez le ha tocado visitar la zona norte en su calidad de subgerente de la empresa. Mónica agradece a su madre todo lo que hace por ella y la señora Cristina le sonríe con una infinita dulzura. -Para eso somos las madres hija querida- -Mamá no quiero hablar de mi rompimiento con Luis que ya habrás deducido, porque me deja mal- -Si hija, era cosa de ver cómo llegaste y de qué manera dormiste- -Deseo ir por un par de semanas a la Quebrada y descansar mucho y reflexionar tantas cosas que no logro entender- -Me parece una estupenda idea hija, yo te iré a dejar a no ser que te quieras llevar el auto- -No, no mamá, prefiero ir sola y en micro- -Pero es más de kilómetro y medio de caminata desde el Troncal a la casa hija- -Es verdad mamá, pero tú sabes que estoy acostumbrada a ese recorrido y siempre hay un vecino que se ofrece a llevar- -Es cierto también. No sé cómo estará la despensa allá hija, pero la señora Juanita seguramente tiene alguna reserva- -Hay lugares cercanos donde comprar mamá y tú sabes que como frugalmente y además hay mucha fruta y verduras. Disfrutaré además de esa agua tan fresca y de las caminatas al cerro colindante. Hablaré en el hospital y pediré permiso sin goce de sueldo, no deseo pedir licencia y me viene muy bien que sea a partir de hoy, así volveré pronto- -Hija, debieras tomarte el tiempo que sea necesario para que te recuperes bien. Yo haré los arreglos necesarios y me entenderé con los padres de Luis si lo amerita- -Así lo haré, gracias, mamá- La señora Cristina respira aliviada, su hija ha tomado una buena decisión y siente que es lo más adecuado; el campo la llenará de nuevas energías y podrá enfrentar los nuevos desafíos.

Su jornada matutina en el hospital ha sido la de costumbre; su dedicación a los niños la realiza con la misma pasión, paciencia y delicadeza acostumbradas. No hay día que no le enternezca algún detalle de sus “locos bajitos” por quienes siente un verdadero cariño. Al final de su turno toma una frugal merienda y se encamina a su trabajo en Nueva Aurora que no abandona por nada del mundo. Se dirige al lugar de aparcamiento de las ambulancias para dirigirse al consultorio. Se lleva la sorpresa de que el joven conductor no está y en su lugar se dispone a acompañarla otro señor a quien ha visto más de alguna vez. -Hola doctora- -Hola señor Cáceres- y se sorprende ella misma al preguntar ¿y qué pasó con su colega anterior? ¿Matías? Tuvo problemas familiares y pidió permiso e ignoro si volverá. Ah, espero que solucione sus problemas- Durante el trayecto conversan cosas de la vida y rápidamente llegan al lugar de destino. Mónica agradece a su ocasional acompañante y le manifiesta que ella se irá por sus medios de regreso.

Atiende a sus niños y a muchas de sus madres, y al mismo tiempo les explica que estará un par de semanas ausentes pero que igual seguirá pendiente del comedor y lo verá concretado a su regreso. Agradece a Dios haber tomado la decisión de ir al campo; ha notado lo sensible que está y no desea que sus niños la vean así, no les haría bien alguno. Se dispone a regresar a casa. Toma un micro de acercamiento que la deja en el hospital Fricke y de allí se irá caminando como suele hacerlo. Un atardecer que esplende la acompaña en su caminata, pero no logra borrar la tristeza que se refleja en su rostro. Pareciera que el peso de su dolor la hiciera caminar muy lenta y efectivamente se demora mucho más de lo acostumbrado en llegar casa. Apenas saluda a su madre quien en silencio y honda preocupación la sigue con su mirada mientras ella sube a su dormitorio. No tiene fuerzas para viajar, en su mente ya ha tomado la decisión de hacerlo al otro día. Se recuesta y no se demora nada en quedarse profundamente dormida. Su madre sube al rato y la abriga, le da un beso y oscurece la habitación.

Amanece en Viña del Mar. Mónica ha despertado muy temprano y se siente con mucha energía e inexplicablemente con mucho ánimo. Toma una reparadora ducha y se viste con ropa cómoda para emprender viaje al campo. Baja casi corriendo las escaleras para tomar su desayuno, y a pesar, que ha bajado en un horario inusual para ser fin de semana, la señora Cristina tiene todo dispuesto para que se alimente. Está con mucho apetito y se come todo cuanto su madre ha servido. Prepara su ligero equipaje y se despide de su madre que le da toda clase de recomendaciones. Ella sonríe y la besa y abraza largamente. Se dirige a la avenida Uno Norte para tomar el micro que la lleve a Quebrada Escobar. Cualquiera de los buses que vaya a Limache le servirá. Espera unos 15 minutos y ve aparecer un micro de la línea TGP de color rojo y la hace parar. Saluda al chófer quien devuelve el saludo amablemente. Toma asiento y se va observando el paisaje; siente una ansiedad creciente que morigera con la contemplación de los lugares que el micro deja atrás a mucha velocidad, pues ha abandonado Viña en dirección a Quilpué. En este lugar toma nuevos pasajeros y avanza hacia Villa Alemana, donde realiza la misma rutina, y finalmente se dirige a Limache. Mónica avisa al chófer que bajará en la Quebrada, y él responde que encantado la dejará en ese lugar y pregunta ¿la están esperando ahí señorita? Ella responde que no, con la mejor sonrisa -Gracias por su preocupación, estoy acostumbrada y siempre hay alguien que me puede llevar- -Igual tenga cuidado señorita- Lo tendré y le reitero las gracias. Baja del bus y se dispone a hacer una larga caminata.  Avanza unos 200 metros y un vehículo gris tipo monovolumen familiar de 3 corridas de asientos se detiene y su conductor la saluda y ofrece llevarla. Ella devuelve el saludo y asombrada exclama ¡Señor Robledo qué sorpresa! ¡Doctora Riofrío! ¿qué hace usted por aquí? Y ambos ríen de manera estentórea por la circunstancia. Matías baja del vehículo y abre la puerta del copiloto que está vacía, no así los asientos traseros; Mónica sube complacida. No me va a creer, pero ayer pregunté por usted, porque estaba el señor Cáceres para acompañarme al consultorio. Si, tuve que solicitar permiso porque he tenido que hacer algunos trámites con mis niñas. ¿Y quiénes son estas hermosas criaturas? pregunta Mónica volviéndose hacia atrás y sonriendo a las niñas; ellas la saludan muy efusivamente. Matías sonriente las presenta: la más pequeñita es María Jesús, al lado está Ignacia y más atrás está la Fernandita. Doctora ¿hasta dónde llega? Voy a esa casa que está antes de llegar a la cancha, pasado la capilla. Ah esa enorme casa que colinda con el cerro.  Si esa es. ¿Y es suya o va de visita? Es de mis padres y vengo por dos semanas. ¿Y pensaba caminar todo el tramo? No, sabía que usted pasaría por aquí. Nuevamente ríen de buenas ganas. Y usted vive aquí o viene de visita, pregunta Mónica. -Vivimos aquí, pero es una propiedad de la familia de mi madre, se la mostraremos cuando pasemos camino a su casa- -Puede dejarme allí no más señor Robledo, pero cómo se le ocurre doctora, no solamente la acercaré, la llevaré hasta su casa. Mi hermano siempre dice que hay una diferencia infinita entre acercar a un lugar y dejar en el lugar mismo y añade -es una cuestión de humanidad y finura- ¿Y qué es su hermano? Un loco y soñador. Y nuevamente ríen, pero esta vez con un dejo de enorme simpatía y tristeza en el rostro de Mónica. -Perdone que le pregunte, usted sabe que mi vida son los niños: ¿Las princesitas que van con usted, qué son suyas? -Ah, las dos angelicales del primer asiento son mis hijas y el ángel de atrás es la Fernanda y es como si fuera mi hija, su mamá es mi hermana y vivimos todos juntos. En esa casa vivimos doctora Riofrío- -Ah, también es grande esa casa y da a un cerro- -Cierto es una muy grata propiedad, sobre todo para mis niñas. Ya estamos al llegar doctora. Yo estaré en la Quebrada todo este tiempo, cualquier cosa que necesite estoy a su disposición- -Gracias, señor Robledo. Mire, como somos vecinos tendremos que encontrar una manera de tratarnos con menos formalidad- -Encantado, me parece muy bien, le insisto sí que no dude en acudir a nosotros si lo requiere- -Pierda cuidado que así lo haré. Ha sido un gusto conocerlas niñas- Mónica se despide de cada una con real entusiasmo que denota mucha afectividad. Agita su mano mientras el vehículo da la vuelta unos metros más allá.

Mónica siente una oleada de tibio calor en su pecho y sonríe por un largo rato. Percibe el aroma del campo mezclado con un soplo de aire que entra a su espíritu, y que no acierta a entender y sin embargo le ha dado una quietud y una armonía que no tenía al iniciar el viaje. En ese ánimo entra a la casa de campo.

Historias de fútbol

El verano del 70 se inicia con un entusiasmo frenético en Chile; se avecinan desafíos políticos y deportivos que entusiasman a la mayoría de la población. Hay una elección presidencial en el país que tiene revolucionado el ambiente y seguirá hasta el mismo 4 de septiembre. El presidente Eduardo Frei Montalva termina sus 6 años de “revolución en libertad” con su partido, la democracia cristiana, fraccionado, al escindirse un significativo grupo liderado por Rodrigo Ambrosio, y que daría origen al movimiento de acción popular unitaria (MAPU). Todo indica que la elección presidencial será a tres bandas, con candidatos de izquierda, derecha y centro; pareciera que esta vez no habrá un cura de Catapilco como aconteció en la elección del 58 cuando Jorge Alessandri venció por un estrecho margen a Salvador Allende, mismo que logró Antonio Zamorano, el excura, frustrando las expectativas de la izquierda.

Y en el plano deportivo, todavía se respira la frescura de las olimpíadas de México 68, con el inolvidable récor olímpico de salto largo del atleta estadounidense Bob Beamon, con sus alucinantes 8.90 metros, una proeza difícil de igualar. Y este año corresponde la novena versión de la Copa Jules Rimet del mundial de fútbol, que se realizará en México, y tiene un morbo especial, ya que la copa puede ser llevada definitivamente a la vitrina de un país, si éste la consigue tres veces y podría ser el caso de Brasil que ya tiene 2 (58 y 62) e igualmente Italia (34 y 38). Y, a pesar de que Chile no estará en la cita planetaria, hay un gran entusiasmo por ver al Brasil de Pelé, Tostao y Carlos Alberto. Uruguay clasificó en el grupo de Chile y la sorpresa mayor fue la eliminación de Argentina, a manos del Perú de Cubillas, Chumpitaz y el “Cholo” Sotil. Los niños están muy ilusionados porque diversas empresas han sacado álbumes con las diferentes selecciones de los países que participarán de la cita mundial, y podrán coleccionar las figuras de los jugadores que aparecen en los sobres y completar el álbum y así optar a los diferentes premios que se sortean a quienes lo hayan completado. Las figuritas para los álbumes se compran, se cambian, se juegan y su epicentro son los kioscos de todas las ciudades.

Quillota, una comuna interior de la provincia de Valparaíso, vive con entusiasmo el ardiente verano que ya se lleva a enero, y se apresta a recibir a algunos cantantes de la nueva ola en la Plaza de Armas y también del neo folklore, de gran calidad musical y poética. También se espera con fervor las películas que llegarán de Estados Unidos y que podrán ser exhibidas en el teatro Portales, situado en pleno centro de la ciudad; el año anterior ha sido muy productivo para la industria cinematográfica y los filmes que se esperan con verdadera impaciencia son Busco mi destino; La pandilla salvaje; Cowboy de medianoche, Butch Cassidy and Sundance the Kid y el musical Hello Dolly.

La familia Vargas no es ajena a la fiebre del verano y se prepara como todos los años para ir a pasar las vacaciones a Maitencillo, sólo que esta vez, uno de sus miembros no irá. –Estoy muy triste Matías, muy triste, pero fue el resultado inevitable, si no cumplías lo que habíamos acordado—

–Si mamá, no estés triste por mí, estudiaré y además haré deporte en el club todos los días, lo pasaré bien—

Su madre movió su cabeza y dirigió una mirada de honda ternura y algo de conmiseración a su hijo y le dijo –te vendrás con nosotros en 15 días más cuando tu padre pueda ir, ah y ve a jugar al club— –Si mamá, pero ¿puedo ir en las tardes? las mañanas las quiero aprovechar para hacer ejercicios– –Si hijo mientras vayas, mira que no es barato ese club de tenis–

El bullicio de los hermanos mayores preparando el viaje era insoportable para Matías, no porque resintiera de ir al acostumbrado lugar de veraneo sino porque a sus hermanos les tenía sin cuidado que él pudiera ir. La señora Anita, que llevaba trabajando muchos años con la familia se entendía muy bien con la señora Carmen y se tenían un gran cariño. Tenía toda la confianza familiar y ella se quedaría a cargo de la casa y de las dos personas que permanecerían: Matías y, su padre que pasaba más en el trabajo que en el hogar– Mira Matías, a mí no me engañas, sé por qué has hecho la cantinela que te fue mal en los estudios y sacaste malas notas en esas asignaturas que siempre se te han dado; pero no quiero darle un disgusto a tu madre—Matías lanza una carcajada a todo pulmón –Pero Anita que mala eres; cómo puedes pensar algo así de mí?– –Chiquillo de moledera sé que te irás a jugar al fútbol al estadio, pero tienes que cuidarte, si te pasa algo, seré tan culpable como tú–  –Sí Anita, yo sé que no tengo secretos para ti pero el club probará todas sus divisiones y es la única oportunidad que tengo– –Sí pero tú sabes que a tu madre no le gusta ese ambiente de los peloteros– –Si Anita, cumpliré igualmente con ir al club de tenis en la tarde como le prometí a mamá—Tampoco se me quita de la cabeza que tu papá también te ayudó—Matías nuevamente ríe con entusiasmo  –Ahora eres bruja Anita– -Roguemos a todos los santos que no pase nada, mira que tu madre no se merece pasar malos momentos y ahora se va a la playa con el regimiento entero, no podrá descansar- mis hermanas la ayudarán Anita—–No estoy segura de eso niño, tus hermanas viven en las nubes y lo único que quieren es broncearse; a ver si ayudan a tu madre- La pueden ayudar mis hermanos- Sueña niño, andarán todo el día detrás de la pelota y en la noche de las niñas—Matías nuevamente ríe con entusiasmo. Anita me arranco de ti mejor, tienes una bola de cristal—

La casa de la familia es invadida por el silencio. La señora Anita es la última en acostarse. Matías duerme para estar preparado para la prueba futbolística, y Armando su padre, también descansa después una larga jornada laboral.

Matías despierta sobresaltado pensando que se ha quedado dormido, pero son las 7 de la mañana y la prueba es a las 8. Corre a ducharse para alcanzar a tomar desayuno. La señora Anita ya está levantada y tiene la mesa completamente dispuesta.

–Buenos días, señora Anita ¿cómo está? -Bien don Armando ¿y usted? Soñando con la playa y algunos días de descanso.  ¿Y Matías, ya se levantó? Si, ya aparecerá el muchacho que le dará un disgusto a su madre. Pero, señora Anita, si van a ser pocos días y a lo mejor ni queda—esperemos que ni se entere mejor la señora Carmen- Matías baja sonriente a tomar desayuno y saluda a su padre y a la señora Anita. -Voy a comer sólo unos huevos revueltos Anita, debo estar en forma para la prueba de hoy- -Mira niño ni me cuentes tus cosas, lo único que le pido al Señor es que salga todo bien y tu madre no se lleve un disgusto- Matías ríe y le provoca un sentimiento de mucho cariño la preocupación de la señora Anita por su madre y sabe que también es por él.

–¿Quieres que te pase a dejar Matías? No papá, me voy caminando, me servirá para llegar precalentado. Ya, que te vaya muy bien y en la tarde me contarás cómo te fue. Bueno papá, tú también que tengas un buen día- Matías sale de su casa y camina recto por la calle Concepción hasta llegar a la calle Bulnes, dobla hacia la izquierda, en dirección sur, y atraviesa varias calles hasta llegar a Yungay, donde está el estadio municipal, lugar de entrenamiento y competencia del Club San Luis de Quillota en la segunda división profesional chilena.

Hay gran número de niños y adolescentes, pues probarán varias categorías. Matías sigue las indicaciones para ubicarse en el lugar correspondiente a su nivel. El estadio tiene tres canchas: la principal que es donde juega el club profesional; la cancha dos para las divisiones inferiores y la cancha tres que es casi como de barrio y sirve para las emergencias. El encargado de su grupo comienza a llamar a sus inscritos para darles las indicaciones y nombra a los muchachos. Cuando le toca su turno y el seleccionador se acerca, cree reconocer en él a un jugador de San Luis que veía jugar hace poco, “el chico Ortiz” se dijo. Sale intempestivamente de su recuerdo y escucha –y tú rucio, que haces aquí, la cancha de tenis está en la otra cuadra- No se amilana y responde, -sí, pero a esa iré en la tarde- Se sorprende el futbolista, pero vuelve a la carga ¿y qué edad tienes tú? -13 años- ¿cómo vas a tener esa edad? -ya pareces un joven- -No todos son chicos como tú- contesta Matías. Instantáneamente se escucha un coro de carcajadas de los niños; Bartolomé Ortiz da una mirada que deja helado a todos y espeta -así que chistocito ¿eh? -Ando con el carné si tienes dudas- -Si anda a dejarlo al encargado y vuelve y a ver si en la cancha eres “tan encachado”- Matías parte raudo a cumplir con el encargo; mientras el seleccionador, consciente que nadie lo ve o escucha se ríe en forma estentórea por el rifirrafe con el muchacho. No le había pasado nunca semejante situación con los niños que selecciona o entrena; a ver si su asombro continúa en la cancha, prestará mucha atención.

Al grupo de Matías le toca enfrentar a una división inmediatamente superior, con muchachos que ya juegan en el club. Y vienen las indicaciones: –Van a jugar 20 minutos por lado que es el tiempo suficiente para saber si tienen las condiciones para quedar.  Ahí están las camisetas; elijan el número que estiman creen poder jugar, si no hay acuerdo me dicen. Ah, el 9 lo saca Donoso- Un muchacho moreno no muy alto para su edad levanta la mano para ser identificado. Tiene una complexión fuerte en sus extremidades inferiores, lo que de seguro lo hace potente y adecuado para jugar de centro delantero. Matías no se apresura a coger algún número especial y espera alguno no muy deseado y finalmente le toca el número 8.

Y empieza el juego en la cancha número 2. El eventual rival se ve muy ordenado y los muchachos tienen ese aire de suficiencia de quien se siente seguro de ganar y que el partido será un mero trámite. El improvisado equipo, en cambio luce un tanto desconcertado, pues nunca han jugado juntos y se desparraman por el campo con poca claridad de cómo funcionar. Matías sabe que esto será así al principio, ya le ha tocado disputar “pichangas” donde nadie se conoce, pero al final el juego se impone y logran disfrutar totalmente del encuentro. Suena el pitazo y el equipo sanluisino comienza a dominar el juego, parecen divertirse haciendo pases hacia los lados y sin permitir que el rival tome la pelota. El seleccionador trata de motivar a los nuevos, pero el juego sigue la misma dinámica hasta que los sanluisinos apuran el juego y avanzan hacia el área rival y marcan el primer gol que ni siquiera celebran. Y continúa el partido todo el primer tiempo de manera similar donde un equipo predomina y termina ganando 3 por 0.

El seleccionador se reúne con los muchachos nuevos y les insta a aplicarse en el juego porque como han jugado nadie quedará. El grupo se reúne para darse ánimo y Matías dice a sus compañeros que “hagamos caso a lo que dice el profe, adelantemos las líneas y tú Donoso atento a los pases que te demos con el número 7”. Y comienza el segundo tiempo y se avizora un cambio inmediato de actitud, no obstante, el equipo local sigue con el dominio del balón, aunque demasiado confiados en sus medios; Matías baja a buscar pelotas a media cancha y logra pinchar una, la domina y da el pase a Jorge que es el número 7 y éste combina con Donoso quien logra conectar un potente disparo que el portero sorprendido, a duras penas saca al “corner”.  El equipo se adelanta para conectar un cabezazo. Jorge ejecuta el tiro de esquina y Matías da un salto vertiginoso y logra cabecear con un frentazo imparable en un ángulo imposible para el arquero. Y es el primer gol y lo celebran como un triunfo. La cuenta se acorta y levanta el ánimo de los muchachos que ansían quedar en el club. El equipo sanluisino reacciona e intenta batir la valla rival y está a punto de lograrlo en un par de ocasiones donde se ha lucido Pedro el arquero y Antonio, el defensa central. La disputa se centra en el mediocampo donde Matías baja a apoyar y logra dominar una pelota que ha arrebatado a un rival y se va en demanda del arco, ve que Jorge corre por el carril derecho y le envía un pase adelantado al que llega el puntero con precisión, levanta la cabeza y observa que Donoso está en buena posición y saca un derechazo a media altura que Donoso controla, amaga a un rival, lo elude y saca un potente disparo de zurda y bate al meta. Alegría indescriptible del equipo novato y estupor en sus rivales. Los tres delanteros se multiplican por toda la cancha para evitar que los sanluisinos se rearmen, aunque igualmente logran hacerlo y nuevamente el arquero frustra una jugada que querían coronar con un gol. Pedro, el arquero, ve un flanco donde está libre Matías y le lanza el balón, lo domina y ve que Jorge le pide con desesperación la pelota desde el otro extremo. Lanza el balón y lo toma Jorge, el arquero sale presuroso y Jorge lo gambetea y con el arco libre marca el gol del empate. Delirio total en los muchachos. Parte el equipo rival en la media cancha y el “Chico” Ortiz da por terminado el partido.

-Muy bien a todos, un justo empate, cada equipo dominó un tiempo. Lección para ustedes muchachos que han jugado tantos partidos y cometieron el error de confiarse y reaccionar demasiado tarde. Para ustedes es un fracaso que deben revertir, pero así es el fútbol, te descuidas y puedes perder. Y a los nuevos: lo hicieron muy bien, pero deben entender que desde el minuto uno se juega con el alma al fútbol y no se detiene hasta el pitazo final. Quedan seleccionados de inmediato los tres delanteros, el arquero y los defensas centrales; los demás tendrán su última oportunidad en dos días más, aunque deben venir todos. Los quiero el miércoles a las 08.00 en punto- Todos asienten y con voz en cuello dicen: si, profe.

¡Rucio! El entrenador claramente se dirige a Matías, pero éste no se da por enterado, y lo llama nuevamente y sin respuesta. Opta por decirle, ya con cierto enojo, ¡Vargas! Matías contesta de inmediato. Si profe ¿de verdad irás a jugar tenis a la tarde? Si, iré ¿Y por qué tienes que ir? Porque se lo prometí a mi mamá. No sabe que he venido a jugar al estadio. A ella no le gusta el fútbol y aunque se fue a Maitencillo, cumpliré la promesa. Bueno rucio, pero ¿estarás acá el miércoles? Si profe. Ya muchachos a descansar y nos veremos en dos días más.

Todos los muchachos nuevos se dispersan para tomar cada uno su dirección y de manera natural se juntan Donoso, Jorge y Matías quien pregunta dónde vive cada uno. Jorge dice que vive en calle Pudeto, cerca del hospital y Donoso cuenta que vive en el cerro Mayaca. -¿Cómo en el cerro Mayaca?- Inquiere sorprendido Matías, -pero si ese es el cementerio. Sí, dice Donoso, pero también vive mucha gente y ahí está mi casa. Ah, algún día iré a verte. Bueno, pero le preguntaré a mi mamá. De acuerdo, yo vivo en Concepción pasado la línea. Pueden venir cuando quieran- Llegan a Bulnes y se separan; lucen muy contentos por haber sido seleccionados y haber empatado un partido que parecía perdido.

Matías llega a casa un tanto cansado. Saluda con mucho cariño a la señora Anita que mantiene el gesto adusto con él. ¿Almorzará el muchacho? Pregunta con cierta sorna la señora Anita. Pero, ni siquiera me has preguntado cómo me fue. No me interesa tu peloteo y está claro que te fue bien. Matías ríe como siempre con las respuestas de la señora Anita. Eres una brujita Anita. No sé cómo lo haces, pero siempre lo sabes todo. Almorzaré y después iré al club como le prometí a mamá. Quedarás como un palillo si sigues con la tontería de la pelota y además con el tenis. Anita en algún momento tendré que contarle a mamá del fútbol porque es el deporte que me gusta, Si niño eso es lo que me preocupa, a tu madre no le gusta el ambiente del fútbol y tú no quieres hacer caso. Anita hoy estuve en el estadio y todo parecía tan bien. Mamá debiera acompañarme un día para comprobar que todo es como en cualquier deporte. Es muy raro que tu mamá se equivoque. Dios dirá. Ya Anita, iré a bañarme ahora mismo y luego almuerzo.

Matías se ducha muy rápidamente y almuerza frugalmente pues volverá a hacer ejercicios intensos. –Gracias Anita por el almuerzo, estaba todo muy rico. Nos vemos en un rato más, espero que esté papá. Con él nunca se sabe niño. Y no hagas tonteras por ahí. Pero Anita qué poca confianza me tienes. Matías sale sonriendo, sabe que la señora Anita igual lo quiere, incluso se atrevería a decir más que a sus hermanos. Nuevamente enfila por Concepción, pero esta vez dobla por calle Carrera, en dirección sur y hasta Yungay que es donde está el Club de Tenis. El lugar tiene un pequeño edificio donde está la administración y un muy bien provisto casino para los socios. Hay un jardín muy bien cuidado que antecede a las 7 canchas de arcilla. Se viste y se dirige a la última cancha; aledaña a ella se encuentra el frontón donde practicará un par de horas. Rechaza la invitación de algunos jóvenes que quieren jugar dobles pues no quiere cansarse más allá de la cuenta, Quiere estar entero para el miércoles, y el frontón le permite elongar y activar sus reflejos. Así transcurren velozmente las dos horas. Se ducha en los camarines y se dispone a partir. Se dirige a su hogar, pero esta vez se va por Freire hasta llegar a Concepción, camina unas cuadras y llega a su casa. Se encuentra con la sorpresa de que está su padre, quien pregunta de inmediato cómo le fue. –Bien papá, quedé y debo ir el miércoles- ¿Y cuánto dura todo eso hijo? Recuerda que debemos irnos en dos semanas más- -Si papá yo creo que no durará tanto. Hay unos compañeros del equipo muy simpáticos y nos entendemos muy bien jugando y lo pasamos muy bien- -Qué bueno hijo, esa es la idea del deporte. que les haga bien en todo sentido-

El miércoles amanece con un sol radiante y Matías se levanta a la misma hora que la señora Anita, quien se sorprende al encontrarse a las 6 de la mañana con el muchacho. ¿Y tú estás enfermo y fuiste al baño o estás tramando algo? -Pero, Anita voy a pensar que no me quieres nada. Me he levantado temprano para hacer un poco de ejercicio. Mi profesor de gimnasia me dice que debo calentar antes de practicar cualquier deporte y en el estadio salimos a jugar directamente y no quiero lesionarme- -Mm no me gusta nada todo esto niño- Después de practicar ejercicios varios de elongación, Matías sale de su casa y se dispone a trotar hasta el estadio. Llega antes de las 8 y el seleccionador ya está con los primeros niños que han llegado, muchos de ellos con sus padres. Ortiz le dice -viniste finalmente rucio y ¿por qué estás tan colorado? Matías tiene el impulso de decirle una tontería, pero se lo guarda y le responde -Me vine trotando profe. -Ah muy bien, estás listo entonces para jugar. Si profe- -Bueno ahora mezclaré a los dos equipos, me interesa seleccionar a los últimos y me faltan algunos detalles no más y por eso no me interesa que compitan, sino que disfruten como si estuvieran en sus barrios- -Ya profe– Matías no entiende porque el seleccionador le dice a él lo que va a hacer, pero se alegra de poder jugar de esa manera, así tendrá más posibilidades de hacer goles.

Ya han llegado todos los muchachos y divisa a sus compañeros Donoso y Jorge. Pero sólo tendrá en su mismo equipo a Donoso, Jorge fue destinado a los rivales ocasionales. Y comienza el juego. Efectivamente todos juegan con mucha libertad y los goles se suceden en cada uno de los arcos y comienzan a perder la cuenta de cuantos goles han hecho Donoso y Matías que se complementan muy bien. Jorge en el otro equipo no lo hace nada de mal. El entrenador ya comienza a tener claridad cuáles serán los muchachos seleccionados. Son muy pocos los que tendrán que volver en una nueva oportunidad. –Bien muchachos, felicitaciones por la entrega y muy especialmente a aquellos que han quedado en el club, tienen la oportunidad de iniciar una actividad que produce grandes alegrías, espero que sepan aprovechar esta instancia que les ayudará en sus vidas. Nos encontraremos el lunes de la próxima semana donde entrenaremos todos los días y después el club entra en receso por las vacaciones de febrero. Me despido y traten de cuidarse y no lesionarse que eso los alejará de la práctica del fútbol–

Muchos niños van en busca de sus padres con la alegría de haber quedado seleccionados. Termina la actividad de selección y todos abandonan el estadio. Matías nuevamente se junta con Donoso y Jorge y enfilan por Bulnes hacia Concepción, y al llegar allí Jorge se despide. Donoso dice a Matías que su mamá le dio permiso para que lo invite a su casa. -Ya, pero lo primero es que me digas cuál es tu nombre- -Me llamo Luis y el profe siempre me ha dicho por mi apellido- -Bueno y lo segundo es que voy a tu casa si tú después vas a la mía- -Pediré permiso, seguro que mi mamá dice que sí- Los dos muchachos emprenden el breve viaje en dirección al cerro Mayaca; llegan a las faldas del lugar, continúan caminado y pasan por el cementerio, andan varias cuadras y Matías se sorprende de que haya calles y casas en ese lugar. El cerro Mayaca casi es un mito en su vida, sólo había oído del cementerio, e historias tenebrosas del recinto. A plena luz del día le parece todo muy normal y sin atisbo alguno de algo siniestro. Luis le dice que falta poco para llegar. Han atravesado una calle que es de tierra y con poco alumbrado y al llegar casi a una esquina se encuentra la casa donde se dirigen. Cerca hay un trío de muchachones que comienza a echarle tallas a Matías -Mira tenemos a un pituquito por aquí, de dónde sacaste al rubiecito Donoso, preséntalo- éste se pone nervioso y un tanto asorochado; su compañero lo calma -no te preocupes Luis, estoy acostumbrado a las tonterías de los provocadores; no les hagamos caso- Su compañero no está convencido y quisiera encarar a sus vecinos que conoce muy bien, porque siempre están en la calle sin hacer nada. Deciden entrar a la casa de Luis sin detenerse con los muchachos agresores.  Matías aprecia que el hogar de su compañero es bien chico y muy sencillo, con un antejardín bien cuidado y una puerta de madera que disimula las carencias que se observan en su interior. Todo eso se despeja en la mente de Matías cuando Luis le presenta a su mamá, una mujer bastante joven todavía y con una ostensible belleza adornada con una sonrisa que lo cautiva; nunca si hubiera imaginado una señora así de agradable y se olvida de todo que no sea prestar atención a esa señora tan grata. Ella muy gentilmente lo hace pasar a otra habitación igualmente pequeña y le ofrece algo de beber y algún pan amasado que ha horneado recientemente. Apenas percibe el rico olor que despide el pan ofrecido, pues está atento a cualquier movimiento de la madre de Luis quien le pregunta su nombre – Matías ¿y usted? La señora sonríe por el desplante del muchacho, -Pilar- dice ella, -ah qué lindo nombre y está de santo el 12 de octubre- ahora es ella la sorprendida. -Es raro que alguien sepa esa fecha- retruca la señora Pilar. -Es que mi mamá nos enseñó de chicos todos los santos partiendo por ella que es el 16 de julio- La señora Pilar ahora ríe con ganas por el muchacho que le parece tan parlanchín, pero muy simpático y agradable; su hijo nunca había llevado a casa un muchacho de esas características y se alegra mucho porque así Luis puede conocer otro ambiente y donde pueda también sacar a flote toda su capacidad. Así transcurre el tiempo; Luis está muy contento de ver que su compañero le ha caído en gracia a su madre, así podrá invitarlo de nuevo. Matías se dispone a volver a su casa. Le agradece todas las atenciones a la señora Pilar, quien lo deja invitado nuevamente para cuando quiera o pueda. Su compañero lo acompañará unas cuadras hasta que se ubique bien cómo llegar hasta cerca del cementerio, de allí al centro de la ciudad y a su casa.

Al salir nuevamente se encuentran con los muchachones pero esta vez tienen de blanco de sus bromas, cada vez más ofensivas, a Luis. El tono y la actitud de ellos enfurece a Matías porque siente que es humillante; su compañero le dice que continúen nomás, hecho que observan los agresores y emiten unas groserías contra Luis que a Matías le parecen intolerables. Se da media vuelta, mide a los muchachones; dos son como de su edad y el que hace de cabecilla manifiestamente más alto; se perfila con decisión y fija su objetivo en el muchacho más grande, y ante la sorpresa de todos, da un pequeño trote y de un salto asesta un golpe duro en la cara del provocador que lo deja tendido en el suelo. El asombro de los muchachones es total y quedan sin reacción. Aparece la madre de Luis y aparta a su muchacho y a Matías, y encara a los alborotadores. –Alguna vez alguien les iba a plantar cara porque de verdad son abusivos, incluso con las niñas. Ahora aguanten como hombrecitos lo que ha sucedido– Los muchachones mascullando su rabia se retiran, levantando su mano, al parecer diciendo que habrá otra oportunidad de arreglar cuentas.

La señora Pilar pregunta si están bien y ambos contestan que sí. Ve rápido a encaminar a tu amigo Luis, yo estaré esperando en la puerta. Bueno mamá– Y finalmente bajan el cerro en dirección al centro. Luis está muy agitado y no disimula su satisfacción por lo que hizo Matías–¿Dónde aprendiste a pelear así? Esos muchachos son bravos y están acostumbrados a pegarles a todos en el barrio—Tengo muchos hermanos mayores y tengo que defenderme a veces de ellos cuando peleamos que es frecuente, así que me he acostumbrado, pero no me gusta pelear, pero esos muchachos fueron muy abusadores contigo. Luis te agradezco la invitación, me cayó muy bien tu mamá. Ahora te toca ir a mi casa, aunque mi mamá no esté, pero estará mi papá y la Anita que nos cuida a todos-  -Bueno Matías, me encantó que vinieras y se notó que le caíste bien a mí mamá- -Aquí ya puedo orientarme, Luis- Los compañeros se despiden y Matías emprende el regreso a casa. Lo primero que hará es ponerse hielo en la mano. Le duele un poco por el golpe e igualmente está sorprendido de lo que hizo; no recuerda una pelea de esa naturaleza. Espera que no se repita una ocasión así. Rápidamente llega a la plaza y de allí a su casa. Descansará un poco y después de almuerzo irá nuevamente al club de tenis como le ha prometido a su madre. Quiere tener la oportunidad de contarle abiertamente su interés por el fútbol y practicarlo libremente.

Matías llega a su casa y se tiende en uno de los sillones de la sala de estar de entrada; Inmediatamente aparece la señora Anita, pues ha sentido ruido y lo observa detenidamente. –¿Y a ti qué te pasó? De seguro te peleaste con alguien– — Matías apenas asiente y sonríe. –Tu madre deberá hacer algo contigo niño, mira que andar peleando, y ¿qué te pasó? Deja verte, pero por Dios niño, mira cómo estás- -Es la pura mano Anita– –Qué importa tu mano, sólo está hinchada; es tu cara desencajada lo que me preocupa. Levántate y subamos a tu pieza, tienes que acostarte- -Pero Anita debo ir al club en un rato más- -No irás a ninguna parte que no sea tu cuarto y a descansar- Matías no intenta contradecir a Anita porque sabe que será inútil y encamina sus pasos hacia el segundo piso; siente su cuerpo pesado y se acuesta en su cama. –Voy a buscar algo que te alivie lo de la mano y te pondré unas compresas en la cara– le dice la señora Anita. Matías comienza a sentir que lo invade el sueño. -Ya niño pon tu mano en el lavatorio para que se comience a deshinchar. Cierra los ojos que te pondré estos paños tibios para que se relajen los músculos de tu cara—Matías ya no la escucha, se ha dormido profundamente. –¿Qué haremos con este niño Dios Santo? Mientras hace sus jaculatorias, la señora Anita pasa sus manos con suma delicadeza por la frente y los cabellos de Matías y su rostro refleja una honda ternura por el muchacho; lo arropa y abandona la habitación. Al atardecer llega del trabajo don Andrés y la señora Anita no pierde oportunidad para hablar con él, de Matías. -Don Andrés me tiene preocupada este niño suyo; hoy llegó mal y si usted no habla con él, podría ser peor después– ¿No está exagerando señora Anita? ¿Usted cree que exagero? Le aseguro que el niño no despertará hasta mañana porque su organismo está demasiado exigido y más encima se puso a pelear, Dios sabe con quién- -Bueno señora Anita, hablaré con él para que esté tranquila- -Y no lo consienta tanto don Andrés, porque no le hace ningún bien; su madre cree que sólo está yendo a jugar tenis y se encontrará con algo que la disgustará- Don Andrés queda meditando lo que le ha dicho la señora Anita, pero luego vuelve a su rutina de las cosas que hace en casa.

Matías despierta sobresaltado, está amaneciendo; baja las escaleras para preguntar qué ha pasado y no encuentra a nadie. Recorre las habitaciones y todo está vacío; vuelve al segundo piso y encuentra a su padre de camino al baño. -Hola hijo, ¿cómo amaneciste? -Bien papá, aunque algo sorprendido porque dormí muchísimo- -Debieras descansar hoy por lo menos- -Si papá, no tenemos que ir al estadio hasta el lunes, así que sólo iré al club de tenis y a una pichanga con unos compañeros- -La señora Anita me estuvo hablando de que te peleaste con alguien, ten cuidado con eso; ¿qué pasó? -Nada importante papá, fue una pelea sin mayores consecuencias- -Igual evita darle preocupaciones a la señora Anita-

Al rato se juntan todos en la cocina a tomar desayuno. -Hola Anita, ¿qué me diste que hizo que durmiera tanto? -Qué te iba a dar chiquillo del demonio. Has estado callejeando y peleando, así que tu cuerpo se resintió, eso es todo- La señora Anita tiene la virtud de hacer reír permanentemente a Matías y además de clausurarle cualquier intento por responder algo atinado; se desconcierta y se dedica a tomar su desayuno. Su padre se levanta de la mesa y se dispone a ir a su trabajo en la empresa. Se despide y abandona la casa.

Matías toma su bolso deportivo y se dirige donde sus nuevos amigos que lo han invitado a una de las canchas en las cercanías del río Aconcagua, colindante al cerro Mayaca; es de pasto por lo que les resulta muy atractiva a todos los muchachos. El equipo “amateur” El Bajío lo invitó a jugar por indicación de su nuevo amigo Luis Donoso. El equipo rival será otro club del sector llamado Frugone; tiene a su haber varios títulos del campeonato de la provincia de Quillota. Resulta todo un desafío, pues jugarán con adultos, lo cual es habitual para los adolescentes del lugar, no así para Matías. Se van a los camarines a cambiar de vestimenta y los recibe el entrenador que les da las instrucciones. Les indica a los dos muchachos que jueguen con confianza porque los adultos son limpios y que ocuparán posición de delanteros. Al resto del equipo les señala: -Hagan lo que saben y no le reclamen los cobros al árbitro. Es una oportunidad de demostrar que somos un buen plantel; jugaremos con el mejor equipo del momento y tenemos que saber aprovechar esta oportunidad- Matías y Donoso lucen ilusionados de jugar en un equipo y saben que les ayudará en su paso por San Luis de Quillota. La sensación de estar en un camarín con adultos llena de entusiasmo a los muchachos y se disponen a seguir a sus compañeros que se dirigen a la cancha. Al llegar allí observan que lucen completas las graderías. Es costumbre en los barrios que toda la familia acompañe con su presencia en los partidos, aunque sean amistosos. Y los seguidores de ambos equipos se han ubicado en lugares contrapuestos como ocurre habitualmente en estas confrontaciones. Se acercan los capitanes al centro de la cancha para los saludos de rigor y las consabidas recomendaciones del “referí” respecto a jugar limpiamente y de modo especial si es un partido amistoso. Última recomendación que nadie hace caso porque es conocido por todos que está prohibido perder con los rivales del barrio. El partido se inicia después del sorteo y los equipos seguirán las estrategias de sus cuerpos técnicos. Frugone agrupa 3 jugadores en mediocampo, 3 en defensa y 4 delanteros en la función ofensiva. El Bajío dispone una alineación típica defensiva de 5 jugadores atrás, 3 en medio campo y 2 delanteros, con la cual su entrenador espera poder neutralizar el juego ofensivo de Frugone.  Se inician las acciones y como se esperaba Frugone comienza a atacar el arco rival y El Bajío se defiende durante la primera media hora de juego, y con éxito porque no logran perforar sus redes, aunque tampoco han tenido oportunidad de marcar un gol.  Matías y Donoso han tratado de ser un aporte, pero han tenido pocas instancias de dominio de jugadas a pesar de su despliegue físico. Pasan los minutos en esa dinámica, y los reiterados intentos de ataque de Frugone finalmente tienen resultados; en un arranque de media cancha hilvanan una jugada que parte con el jugador que luce el número 10 en su camiseta; hace el pase al mediocampista de quite, ve que el centro delantero se desmarca y le envía un pase sobrepasado que conecta a media altura, hace una finta a uno de los defensores y envía un pase a uno de sus compañeros que siguió la jugada, éste domina la pelota, se perfila y bate al arquero. Se produce gran alegría en la barra de seguidores y desazón en sus rivales. Los minutos restantes no ofrecen alteraciones y termina el primer tiempo. Los jugadores del Bajío lucen abatidos y lo nota su entrenador quien les da una charla instándolos a jugar mejor para que den vuelta el partido.  -Aprovechemos la velocidad de los muchachos e intentemos los pases en profundidad y es nuestra oportunidad de ganarle a un equipo fuerte- El entrenador al menos logra subirles el ánimo y con esa actitud salen a enfrentar el segundo tiempo. Se reinicia el partido y todo parece indicar que no hay cambios en la posesión del balón y las jugadas. En las graderías se atiza y “pifia” al árbitro, suena algún instrumento de percusión y se escuchan cánticos de los parciales. Frugone intenta rebasar el área rival y lo logra sin éxito en la portería. El Bajío comienza a tomar confianza y a tratar de enviar pases largos donde los muchachos puedan aprovechar su velocidad. Frugone se adormece y su rival aumenta la presión para llegar al arco; Matías recibe un balón en mediocampo y en velocidad observa un claro y da un pase a Donoso quien aprovecha su rapidez y va en demanda del arco, el arquero lo enfrenta y con un amague lo sortea, el defensa no alcanza a cubrir y el disparo de Donoso se incrusta en el ángulo izquierdo; es el empate y la algarabía de sus fanáticos. Los parciales de Frugone “se calientan” porque su equipo no ha sabido aprovechar su dominio de la pelota. Frugone reacciona y comienza el mejor momento del partido; los equipos comienzan “el meta y ponga” en los arcos rivales y quien cosecha un nuevo gol es el equipo de Frugone y sus fanáticos echan abajo el recinto deportivo. Quedan apenas diez minutos para que El Bajío cambie la situación. El empate les permitirá ir a los penales como está estipulado por los clubes cuando está de por medio una copa. En esa convicción por hacerse de la Copa Amistad, El Bajío no baja la guardia y sigue atacando hasta que en el minuto 87 de una jugada colectiva y sucesivos pases, el mediocampista de nombre Pablo logra el gol que parecía imposible. Y nuevamente el recinto se viene abajo y esta vez por los fanáticos de El Bajío. Reinicia las acciones en el centro de la cancha Frugone, pero nada cambia hasta el término del partido. Habrá penales para definir al ganador. Se agrupa cada club para las instrucciones y confeccionar el listado de los jugadores que ejecutarán los penales. El DT de El Bajío pregunta a Matías y Donoso si están dispuestos a “patear” penales, a lo que ambos contestan afirmativamente. -Les doy la oportunidad de hacerse famosos muchachos si logran “chutear” bien los penales, si no hay definición una vez que se ejecuten los cinco primeros, y además recibirán un premio- Ambos contestan efusivamente que quieren convertir, aunque no reciban nada. Hay una efervescencia desmesurada en las graderías y mucho nerviosismo en la cancha en ambos equipos. El árbitro hace el sorteo con los capitanes y la elección le toca en suerte a Frugone; su capitán decide empezar “pateando” los penales. El arco determinado es donde están los fanáticos de El Bajío que se preparan para animar ruidosamente a sus jugadores. Se inicia el rito de los penales. “Patea” en primer lugar el capitán y enganche de Frugone, de apellido Inostroza; toma la pelota y la acomoda en el círculo penal, luego retrocede mirando desafiante al arquero y se detiene, brazos en jarras, a unos dos metros del balón y se dispone a patear con su pierna diestra y engaña completamente al arquero y convierte el primer penal. Lo mismo hace El Bajío y se replica hasta completar la “tanda”de los cinco penales habituales, sin que nadie haya fallado los lanzamientos. Aumenta la tensión y la emoción; corresponde ahora la serie de penales de uno en uno, hasta que gane el que no se equivoque. Comienza Frugone y el jugador convierte con un tiro cruzado que deja sin opción al arquero. Donoso empieza la serie de su equipo y convierte de zurda sin dificultad. Luego se prepara el defensa central de Frugone, acomoda el balón y apenas se aleja medio metro del tiro penal, su perfil es dubitativo, dispara y eleva por encima del travesaño. Frenesí en el arquero y en los fanáticos de El Bajío. El nerviosismo cunde sobre todo en los parciales de El Bajío al ver que el ejecutante es el más joven del equipo. Le toca “patear” a Matías quien se acerca a tomar la pelota; su cuerpo está tenso, sus manos sudorosas y lucha para dominar su temor; jamás pensó estar en esa situación y de repente se le aparece la figura de su madre que le dice “nunca te amilanes frente a persona alguna o frente a una situación determinada, enfréntala”; también se le cruza la señora Anita y sus palabras “chiquillo del demonio, acostúmbrate a hacer las cosas bien”. Pone la pelota en el punto penal, después de frotarla varias veces en el pasto, la deja en el punto central mezcla de pasto y tierra; se santigua y se aleja uno dos metros y en su mente ya ha decidido donde pateará el tiro; toma una bocanada de aire y se dispone a “chutear” y lo hace con todas sus fuerzas al centro del arco, el arquero se lanza al lado derecho, pero en milésimas de segundo se da cuenta de su error y estira su pierna izquierda  con desesperación para interceptar la pelota y no alcanza a evitar el gol, lo que provoca la locura entre la hinchada triunfadora. Matías se ha quedado paralizado donde “chuteó”, alcanza a ver que el balón infla la red y a continuación siente que lo zamarrean y lo levantan en andas y allí recién se da cuenta de que han ganado el partido porque convirtió el penal número 7. La alegría de El Bajío es indescriptible; le han ganado a su tradicional rival y con una definición a penales de infarto. Los rivales están acongojados, pero igualmente saludan a los vencedores y se preparan para la celebración final donde se entrega la Copa Amistad. Los directivos de los clubes dan las palabras de rigor y agradecen la impecable participación de los dos clubes con un “fair play” digno de las competencias “amateurs”. El capitán de El Bajío recibe lleno de alegría la copa y la levanta con el aplauso de sus compañeros y la ovación de sus fanáticos. El entrenador se acerca a Matías y Donoso y los felicita por su buen desempeño y les manifiesta que tienen las puertas del club abiertas para ellos. Donoso no cabe en sí de felicidad pues ha soñado jugar en su club tanto como en San Luis y lo puede lograr en ambos clubes. La ceremonia termina con la alegría de todos los parciales de El Bajío y la resignación de los fanáticos de Frugone. Matías considera llegado el momento de irse a casa y Donoso le insiste que se queden un rato más para celebrar, y vayan a su casa después, sin embargo, Matías dice que no le quiere causar un disgusto a la señora Anita, pues le dijo que llegaría muy pronto, y acto seguido pregunta a Donoso cuál es la vía más rápida para llegar al centro, a lo que responde que siga la falda del cerro hasta llegar a la altura del cementerio y ahí baja. Matías sigue las indicaciones de su compañero, y emprende el rumbo de vuelta a casa. Ha recorrido unos 300 metros y está muy cansado por el esfuerzo físico, las emociones del partido y por la tensión de los penales; unos metros más adelante divisa un grupo de muchachos y al acercarse un poco más, está seguro de reconocer a un par de los vecinos pendencieros de Donoso. Sabe que no tiene ninguna posibilidad de defensa si vienen a por él. Y es lo que desde un primer momento evidencia el grupo de cinco muchachones. Matías trata de dominar el miedo y se muestra seguro y tranquilo. El vecino de su compañero a quien le propinó el mamporro la vez pasada le dice: “Así te quería ver, no tienes las polleras de la mamá de Donoso para defenderte” – Alucina valiente, no necesité de nadie para acariciarte y dejarte un recuerdo- contesta desfachatadamente Matías; el muchacho se abalanza sobre él y lo hacen al mismo tiempo sus compañeros; “combos” y puñetazos iban y venían, pero todos cayeron en la cara y el cuerpo de Matías que ante tamaña desproporción no tiene ninguna posibilidad de defensa y con la poca fuerza que le queda inclina su cuerpo hacia la pendiente de la falda del cerro y rueda y rueda hasta quedar inerme en una quebrada. El grupo no alcanza a evitar el desplazamiento de Matías, sólo ven como cae hasta quedar sin movimiento. Se produce una intensa discusión respecto de qué harán con él. Unos dicen que bajen a ver cómo está; otros hacen notar que es peligroso para todos sacarlo, por si le ha pasado algo grave, y un par de ellos dice que es mejor irse de inmediato que seguro no le ha pasado nada serio. Pasa un buen rato en este entrevero y finalmente deciden irse sin saber qué ha pasado con Matías, porque se han convencido de que no le ha sucedido nada del otro mundo, se recuperará y saldrá por sus propios medios. No han logrado dimensionar la gravedad de sus acciones.

Ya es media tarde; la señora Anita ha sentido un escalofrío en su cuerpo y cree presentir algo y se agudiza al notar que Matías tarda demasiado y le había prometido que estaría temprano; sabe que el chiquillo tiene muchos defectos, pero si de algo está segura es que siempre cumple su palabra. Pasa el tiempo y comienza a desesperarse y decide ir personalmente a ver qué ha sucedido. Ya ha decidido mentalmente qué hará. Se dirige a tomar un taxi, colectivos que se estacionan en la calle O”Higgins  a un costado de la plaza de armas. Saluda cordialmente y le señala al conductor que va al paradero 3. Rápidamente llega a su lugar de destino. Traspasa el portal de una hermosa arquitectura que es una imitación del arco de Tito; allí se encuentra el campamento gitano que es tradicional en la ciudad desde hace mucho tiempo. La principal tienda exhibe dos banderas, una con los colores azul y verde y la otra añade a los colores anteriores, el rojo. Y es que la nación gitana está definiendo su bandera a nivel mundial y está pronto a decidir cuál de las dos es la más representativa. La señora Anita entra a una tienda exquisitamente adornada, con una estética de vivos colores, pero muy sobria y la atiende una gitana de edad madura que no ha perdido su belleza, acompañada por dos jóvenes bellísimas y que sonríen llena de ternura a su visitante. La persona mayor exclama con alegría: -Anita chiquilla, que alegría verte y qué bien estás-

Con igual efusividad la señora Anita saluda a su anfitriona de nombre Verenice y extiende su saludo a las jóvenes que la abrazan y se cuelgan de sus brazos -¿Qué ha pasado que nuestra querida amiga nos visita?-  -El niño, Verenice, el niño, sé que le ha pasado algo, debió haber llegado a casa y no lo ha hecho, fue a la cancha de El Bajío y de seguro se vino por el cerro Mayaca y me temo que allí le haya pasado algo-  -Ese niño tuyo es demasiado travieso, capaz que haya ido a algún lugar, pero bueno tú difícilmente te equivocas. ¿Y la señora Carmen?  -Se fue con todos los demás, excepto don Armando, a Maitencillo y por cierto no sabe nada de esto- -Veamos qué podemos hacer Anita; llamaré a José Amador para que convoque al clan y demos una batida por el cerro antes que oscurezca- Una de las muchachas va en busca del aludido y al rato aparece un hombre de unos 40 años, de complexión fuerte, rostro adusto, de facciones definidas y ojos agudos; saluda calurosamente: -Anita, que gran alegría verte, estamos a tu disposición para ir en busca del muchacho; reuniré al grupo e iremos inmediatamente-  -Gracias José Amador, sé que con la ayuda de ustedes lo hallaremos-

Un grupo de 10 gitanos varones dirigidos por José Amador, la señora Verenice, las muchachas y la señora Anita se dirigen en dos camionetas a la cancha El Bajío a indagar por Matías. El club sigue festejando la obtención de la Copa Amistad. La señora Anita pregunta por Matías y después de muchas indicaciones y explicaciones entienden que es uno de los muchachos que patearon los penales. La gente del club les comenta que el rucio no se quedó a las celebraciones, sino que se fue de inmediato y solo y que ya pasaron como dos horas de que eso sucedió. Anita se sobresalta por la noticia y es presa de una lacerante angustia. Se ponen de acuerdo en rastrear a partir de allí todos los lugares y en especial el camino que lleva al cerro. José Amador conocedor del sector indica que vayan todos juntos rastrillando el lugar desde el plan hasta el camino, las pendientes y quebradas que hay en el sitio.  Lentamente recorren la zona hasta que después de unos 400 metros escuchan el grito de uno de los compañeros que iba por una quebrada: Aquí está, aquí está, está vivo y se queja mucho. Todos corren al lugar y la señora Anita se precipita a la quebrada con desesperación y ve a Matías ensangrentado emitiendo quejidos leves de dolor, y exclama -Mira cómo te han dejado mi niño, mira cómo se han ensañado con tu carita- se arrodilla y lo levanta hacia su pecho y gruesas lágrimas corren por sus mejillas; su grato rostro está desencajado y sus profundos ojos claros se han oscurecido completamente y exclama nuevamente -mira cómo te han dejado mi niño, mira cómo está tu carita- José Amador la socorre y toma el cuerpo exangüe y semiconsciente de Matías para llevarlo a la camioneta y de ahí al hospital. La señora Anita está desfigurada y piensa en don Armando y decide llamarlo desde el hospital.

Bajan por la calle Bulnes en dirección a la calle Concepción que los llevará al centro asistencial, pasan la avenida Valparaíso y acceden a urgencia del hospital San Martin. Piden a voz en cuello una camilla para Matías, quien sigue en una especie de sopor y emitiendo sordos quejidos. Rápidamente llega la camilla y José Amador lo deja suavemente sobre ella y la señora Anita, con los ojos evidentemente llorosos, lo acompaña a un box; allí el personal médico le inquiere detalles, y les explica que lo encontraron en una quebrada y que todo indica que lo golpearon y lo tiraron cerro abajo. Examinan minuciosamente el cuerpo de Matías que está lleno de hematomas en su cara y en su cuerpo y hay una costilla un tanto hundida. El examen detallado de su cabeza refleja tranquilidad en los facultativos. El médico de turno pide radiografías para todo el cuerpo. Un primer examen pareciera indicar que no hay nada grave y Matías da señales de volver completamente en sí y al hacerlo aprovechan de que haga los movimientos de rigor para constatar si tiene lesiones. Debe quedarse a lo menos hasta que estén los exámenes.  Mientras tanto la señora Anita ha salido a llamar a don Armando para darle la noticia y traiga los enseres personales por si debe permanecer un tiempo hospitalizado. El grupo de gitanos cree llegado el momento de partir ya que el muchacho ha vuelto en sí y ostenta buen ánimo; se las ingenian para verlo y saludarlo; Matías está muy sorprendido, les sonríe con mucho entusiasmo y les da las gracias porque deduce que fueron ellos quienes lo hallaron.; la señora Verenice y las muchachas se despiden cariñosamente de la señora Anita quien les agradece efusivamente todo lo que han hecho por ella y el muchacho y les da sus bendiciones. -No dejes de ir a vernos Anita- le dice la señora Verenice, -eres muy especial para nuestra familia y nos hace bien compartir contigo- Lo mismo hace José Amador – Anita ve a vernos, extrañamos que no seas parte de nuestras vidas, todos te queremos- -Muchas gracias por todo, un abrazo para los muchachos; nunca olvidaré lo que hicieron por mí y el niño- Se abrazan con mucho cariño y se despiden hasta una nueva ocasión. La señora Anita sale un momento a tomar aire y respira profundamente; se siente un tanto agotada por la tensión y ya relajada, agradece a Dios y llora intensamente.

Don Armando ha llegado al recinto hospitalario y se va directo a la sala de urgencia y ahí se entera de los detalles de lo acontecido a su hijo. Logra pasar a verlo y lo encuentra despierto. ¿Qué pasó Hijo, ya te sientes mejor, cómo quedaste así? -Me siento mejor papá, al parecer resbalé y como estaba cansado no alcancé a reaccionar cuando me caí cerro abajo; sentí varios golpes al caer hasta llegar al fondo y de ahí parece que perdí la conciencia un rato. Estoy adolorido, pero no tengo ningún dolor inaguantable- Justo entra la señora Anita y se saludan con don Armando. Le pregunta a Matías ¿Qué te pasó? ¿quiénes te pegaron y arrojaron a la quebrada? -Ay, Anita, si me caí y seguramente me pegué en las piedras que había en todo el lugar- – No me vengas con cuentos, tú no eres de andarte cayendo, pero ahora lo importante es que te recuperes. Te dejaremos para que puedas dormir y a confiar en Dios que saldrán bien los exámenes. Mañana nos veremos. Vendré muy temprano- -Ya Anita gracias por todo y por no enojarte conmigo- -Ya hablaremos en casa chiquillo- Don Armando también se despide de Matías e igualmente le dice que vendrá mañana.

No ha pasado mucho tiempo y entra a la sala, donde está Matías, un par de detectives pues el hospital ha informado a las policías del suceso que aconteció y que no aparece accidental. Es la tercera vez que lo interrogan, pero en esta ocasión no parece dispuesto a ser cordial. ¿Y tus padres, muchacho? ¿Quiénes son ustedes? -Somos policías y queremos saber qué te pasó- -Ah, “tiras”, parecen curas, pero no veo el confesionario- -Ah tienes ánimo para ser “chistocito” todavía- le dice el detective mayor. -Es que ya he dicho a todos que me caí y me golpeé con las piedras- -Es que no es creíble muchacho, todo indica que te dieron una paliza, así que sólo confirma esa verdad- -Ah y aparte de parecer curas se creen magos. Les digo por última vez que me caí y todo lo demás es pura imaginación-  -No podemos obligarte a decir lo que pasó, pero si proteges a alguien te perjudicas tú y los que hicieron daño se creerán triunfadores- -Mi papá tiene razón, ustedes ven muchas películas- -Veo que no sacamos nada con seguir contigo. Espero que te arrepientas y con más calma nos digas más adelante lo que realmente pasó- -No pasará eso porque lo que dije es lo que sucedió- Los detectives abandonan el hospital y ambos lazan una sonora carcajada por la situación pues en el fondo como hombres de calle les ha gustado la actitud del muchacho.

Al día siguiente llega la señora Anita y habla con los doctores, quienes le informan que Matías está sin ningún hueso roto, su cabeza resistió bien los golpes. -Tuvo mucha suerte y se recuperará de los machucones y hematomas con árnica y antiinflamatorios y mucho líquido. Puede llevárselo a casa no más señora, está de alta-

 Nuevamente un escalofrío recorre el cuerpo de la señora Anita, pero esta vez es de alegría por el buen desenlace que ha tenido la desesperante peripecia de Matías. Va a llamar por teléfono a don Armando para que los recoja y los lleve a casa. Entra a la habitación y saluda a Matías y le dice -agradezcamos a Dios, chiquillo porfiado, que todas tus pellejerías no han tenido mayores consecuencias; nos vamos a casa, estás de alta, ya hablaremos de lo que puedes hacer o no, de aquí en adelante- Matías sonríe y esta vez con mucha ternura por la señora Anita, sabe que sin ella nada hubiera terminado bien. -Ya Anita muchas gracias por todo; pero tienes que ayudarme a vestir y luego a caminar- ¡Dios mío, dame paciencia! Y más encima tengo que ayudarte como si fueras un crío- Matías sigue sonriendo. Afuera los espera la canícula de las tardes quillotanas.